viernes

Cine, literatura y verosímil

Viendo una película, de la que debajo pongo el trailer, me quedé pensando en la cuestión de la construcción del verosímil en el cine. Y en la literatura. El film empieza con Mila Jojovich diciendo que ella interpreta a la Dra Fulana de tal y que los hechos son verídicos; se combinan filmaciones "reales", a pantalla dividida, con las mismas escenas interpretadas por los actores; en el casting aparecen los nombre "verdaderos" de los protagonistas de los hechos; se citan libros de fenómenos paranormales que uno puede googlear y encontrar. Todos efectivísimos mecanismos para construir y fortalecer la verosimilitud de los hechos.


Mecanismos similares se habían utilizado en el film El proyecto Blair Witch, en el que, por ejemplo, se crearon páginas "falsas" de internet con datos, entrevistas, noticias y supuestas filmaciones caseras para convencer a los googleros de que la Bruja de Blair era un elemento tan real como Ud o yo.
Y es que, claro, uno a visto mucho cine y se pone exigente. Los niños, por ejemplo, que consideran al mundo de lo mágico y lo sobrenatural una parte evidente del mundo que habitamos (duendes, amigos imaginarios, juegos hiperealistas, etc) tienen un nivel de exigencia en el verosímil bajísimo. Aceptan mucho más abiertamente ingresar en ese mundo de ficción que plantea el film o el cuento. Recuerdo leerle a mi hijo la Historia del niño que se tranformó en perro, mientras se tapaba con las sábanas hasta la nariz y abría los ojos enormes.
La literatura tiene, en este punto, una desventaja, o ventaja, según como se la mire. Cuando veo cine o teatro, yo como espectador me encuentro observando lo que ocurre, la historia se desenvuelve ante mis ojos, yo efectivamente "veo" lo que pasa, nadie me lo cuenta, está ahí, se filmó, se grabó, hay una persona en el escenario que lo dice, que hace tal gesto... es "la realidad". En la literatura, sin embargo, todo viene mediado por la palabra, por el narrador, hay una instancia de decodificación simbólica previa a mi acceso a la historia. Lo que yo veo son letras negras sobre el papel. Puedo cerrar el libro, dejarlo, desviar unos centímetros la vista, tomar café, escuchar música, descargar un película, todo mientras leo. El cine, y el teatro aún más, son más exigentes en este sentido. La pantalla me atrapa, la sala está oscuras, la TV combina música, diálogo y acciones, el foco de mi atención se ve atraído hacia allí, por lo tanto, ingreso de manera más natural en este nuevo mundo al que se me invita. Ver para creer, dice el refrán. Pero con los libros ocurre que no hay límite de efecto especial, no hay cosa que no pueda ser imaginada, el límite es la propia capacidad de poner en imágenes lo que me cuenta el autor. No creas todo lo que oigas, dice el otro refrán. Pero cuando el verosímil es seguro y confiable, lo que me dice el texto, se transforma, casi sin que me dé cuenta, en una realidad que se despliega ante mis ojos.  Hay para todos los gustos. Elija Ud el sistema que más le plazca.  Particularmente, a Stephen King prefiero leerlo con la luz encendida.

sábado

Paradoja

"Una de estas dos niñas está sosteniendo algo que, para proteger a los niños, está prohibido en Estados Unidos" 

(La respuesta es el libro Caperucita Roja que está prohibido en algunas zonas de EEUU). Polémica campaña de las madres Estadounidenses para reclamar más control sobre las armas.